La ira es una emoción, y como todas ellas, cumple una función social importante para cada individuo. La ira se presenta en situaciones en que la persona se siente atacado y siente la necesidad de defender su supervivencia, sus valores, creencias y juicios, escapando o atacando si es necesario.
Además de defender la supervivencia, la ira cumple un papel importante a nivel fisiológico, preparando al organismo para iniciar y mantener intensos niveles de activación focalizada y dirigida a una meta u objetivo.
Nuestro cuerpo responde ante esta emoción poniendo a disposición de la persona todos los recursos de los que dispone para salir de esa situación victorioso en caso de necesitar atacar, es por ello que cuando estamos muy enfadados sentimos calor, el corazón nos late más rápido y nos sentimos mucho mas nerviosos que de costumbre.
¿Cuál es el problema entonces de la ira?
El problema de la ira radica en que toda esa energía, en un momento de nuestra evolución era necesaria para defender nuestra supervivencia, pero en las sociedades modernas, en escasas situaciones necesitaremos toda esa fuerza.
¿Qué hacemos entonces con toda esa energía que se ha producido con la ira?
Por naturaleza, todos venimos “predeterminados” para sentir ira, pero no todos contamos con las habilidades adecuadas para poder canalizarla de forma satisfactoria y que no sea peligrosa para nosotros mismos o para los de nuestro alrededor.
La ira, como todas las emociones viene de un pensamiento, por lo que aprender a controlar los pensamientos que generan la ira será muy útil para poder controlarla.
Si ya es tarde y el pensamiento ha generado la ira, ahora cuentas con mucha energía, puedes canalizarla haciendo ejercicio físico.
Hay veces que no es posible o no es práctico abandonar la situación, en ese caso deberás:
Mantener los comentarios en primera persona
Darte un tiempo para pensar antes de responder
Respirar de forma profunda para bajar las pulsaciones y relajarte
Buscar posibles soluciones al conflicto
¿No puedes controlar la ira?
La ira es la emoción que puede tornarse más peligrosa de la que podemos sentir los humanos. Si sientes que pierdes el control de tus palabras y tus actos, te arrepientes después de un enfrentamiento y tus conductas pueden llegar a herir física o emocionalmente a las personas que te rodean deberías tomar las riendas y trabajar sobre ello. Un profesional de la psicología puede ayudarte a aprender a manejar tus impulsos de forma adecuada y que no resulte peligrosa ni para ti mismo ni para los de tu alrededor.