El lenguaje cumple una función muy importante en nuestra vida, nos ayuda a expresar nuestras ideas, opiniones y emociones. Es por ello por lo que no debemos dejar de prestarle atención a cómo nos expresamos.
Tenemos palabras en nuestro repertorio que pueden llegar a influir en la forma en la que nos sentimos. Ejemplo de esto son las palabras “todo”, “nada”, “nunca” y “siempre”.
Usar de forma frecuente este tipo de palabras, sobre todo en sentido negativo influirá en nuestra forma de ver el mundo y en la que nos enfrentamos a él. Por ejemplo, si usamos afirmaciones tales como “Nada me sale bien” estaremos contribuyendo a que nuestra autoestima sea más baja y que nuestra motivación para enfrentarnos a una nueva situación sea cada vez menor por el temor a fracasar de nuevo, ya que probablemente también haremos una predicción de que la siguiente tarea “siempre me sale mal”.
Esta forma de usar el lenguaje se denomina sobregeneralización, y se trata de una distorsión del pensamiento muy común en la población general. Esta sobregeneralización hace que nuestra atención solo solo se base en las ocasiones en las que hemos fracasado, pero no toma en cuenta los resultados de todas las ocasiones en las que nos hemos enfrentado realmente, sacando así resultados muy subjetivos sobre nuestras capacidades y habilidades. Si damos como ciertas estas afirmaciones la mayoría de las ocasiones hará que nuestra visión de nosotros mismos sea mucho más negativa que lo que realmente somos.
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